En la segunda mitad de la década de 1960, la ciudad de Madrid se entregó a una «autopistización» sin freno. Las previsiones de crecimiento del tráfico rodado y una política municipal sin control democrático de ninguna clase hicieron que las calles perdieran sus árboles y estrecharan sus aceras, con intención de facilitar y acelerar un tráfico masivo de coches. Las autopistas urbanas se consideraban modernas y civilizadoras:
«Según parece, los árboles de la calle General Mola [actualmente –desde 1981– Príncipe de Vergara] se librarán de la misma suerte de guillotina urbana, aunque civilizadora, que en su día abatiera las vidas de los de la calle de velázquez, convertida ya en la avenida-autopista, inicio de la carretera número 1, Madrid-Irún.» («La naciente autopista de General Mola», ABC Madrid, 27 de noviembre de 1969).
Un paso más se dio con los pasos elevados, más baratos y menos dificultosos de construir que los túneles, aunque su impacto en el paisaje urbano era directamente letal, en términos de ruido, contaminación e impacto visual. El escalextric de Atocha fue el primero que se construyó en Madrid y uno de los más grandes. Haciendo de la necesidad virtud, este suelto periodístico encuentra cierto atractivo estético en el paso elevado:
«La fuente de la glorieta de Carlos V, frente a la estación de Atocha, se recorta claramente iluminada en la noche. El «excalextric» refleja su luz, componiendo una bella imagen de la ciudad de noche». (ABC, 17 de noviembre de 1973)
Pocos años después, los escalextric construidos en las ciudades españolas empezaron a ser vistos como horrores urbanísticos a erradicar, como se muestra en este reportaje publicado en julio de 1983.
«El escalextric es un horror esencialmente por una doble circunstancia: produce no solo un impacto ambiental negativo que hace que se pierda el concepto de entrada a toda gran ciudad, característica de las estaciones importantes como Atoca, sino que además supone una concentración de tráfico, congestión de ruido y contaminación atmosférica» («Los doce horrores urbanísticos de Madrid» ABC, 31 de julio de 1983).
El escalextric de Atocha se desmontó en 1985. Otros muchos en Madrid y otras ciudades fueron derribados paulatinamente, y en la década de 2020 ya apenas quedaban algunos como restos arqueológicos de una época en que la ciudad se entregó, atada de pies y manos, al dominio del coche.
Fuente de la primera imagen: Conocer España. Geografía y guía. Salvat S.A. de Ediciones, Pamplona (1973).