El 13 de noviembre de 2002, el petrolero Prestige, cargado con 70.000 toneladas de fuel, se averió seriamente cerca de la costa gallega. Se tomó la decisión de alejarlo de la costa en vez de hacerlo entrar en el puerto de Coruña, donde habría podido desalojar su carga de manera no dañina. El resultado fuer una semana de rumbo errático que terminó siete días después, cuando el barco se hundió con unas 50.000 toneladas de fuel todavía en la bodega. El resto fue vertido al mar en derrames sucesivos y terminó por alcanzar la costa en una extensión de más de 100 kilómetros.
La impactante imagen de un petrolero partiéndose en dos a no mucha distancia de la costa gallega, en la portada del diario ABC de 20 de noviembre de 2002.
Al día siguiente, la imagen más recordada del desastre: voluntarios enfundados en trajes de protección trabajan a contrarreloj para limpiar el chapapote de la costa. (ABC, 21 de noviembre de 2002).
Pocos meses después, un anuncio de agradecimiento oficial a los voluntarios que limpiaron la costa, de los Ministerios de Medio Ambiente y de Trabajo y Asuntos Sociales y de la Consellería de Asuntos Sociais de la Xunta de Galicia (El Mundo, 7 de enero de 2003).
Un artículo de Gustavo Catalán Deus publicado en El Mundo resumen bien la alarma que despertó la catástrofe ecológica del vertido de fuel del petrolero Prestige. Los HAP son caracterizados como siustancias tóxicas y se discute sobre su posible entrada en la cadena alimentaria comercial a través de pescados y mariscos.
«Los Hidrocarburos Aromáticos Policíclicos (HAP) presentes en el fuel que el ‘Prestige’ han empezado a entrar en la cadena alimentaria marina. Un estudio de la Universidad de A Coruña demuestra que, aunque no superan los niveles aceptables, son elevados. Los HAP son unas 40 sustancias peligrosas, la mayoría de ellas probablemente cancerígenas, según la Agencia Internacional de Investigación del Cáncer. Un estudio del Departamento de Biología Animal, Vegetal y Ecológica de la Universidad de A Coruña al que ha tenido acceso EL MUNDO, demuestra que aunque no superan los niveles aceptables, son elevados en muchas especies. Las más afectadas son las sedentarias (almeja, berberecho, percebe, pulpo, cigala o camarón) y comienzan a estar tocadas las más móviles (rape, rodaballo, sepia, lubina, lenguado, gallo o jurel). Estos niveles difieren de los divulgados por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESA) y el Centro de Control del Medio Marino, organismos oficiales del Estado y la Xunta de Galicia, que se mantienen muy por debajo de los que tiene la Universidad de A Coruña».
Una y otra vez, el sistema intensivo de producción y consumo tiene un fallo que permite una fuga de elementos tóxicos al ecosistema doméstico. De manera similar al caso de las vacas locas, en el caso del Prestige se indentificó un fallo corregible (el barco petrolero monocasco), y se asumieron costosas medidas de limpieza del elemento extraño, hasta que todo volvió aparentemente a la normalidad. La segunda parte del artículo se reproduce abajo.
«Un año después de la catástrofe. Los agentes cancerígenos del ‘Prestige’ en la cadena alimentaria son superiores a los reconocidos». El Mundo, 12 de noviembre de 2003. Texto recuperado en https://www.elmundo.es/elmundo/2003/11/12/ciencia/1068625467.html
La Agencia Española de Seguridad Alimentaria publicó varios informes sobre la posibilidad de contaminación de los pescados y mariscos por la marea negra. En noviembre de 2003 publicó una tranquilizadora conclusión de los mismos en su boletín:
AESA Noticias, nº 2, noviembre de 2003. Agencia Española de Seguridad Alimentaria – Ministerio de Sanidad y Consumo.
Más información:
Prestige: crónica de una marea negra.
Coordinación: Mario Rodríguez. Edición: Greenpeace España. Diciembre de 2002. Greenpeace.