«Cisnes negros»
En su largo viaje, el ecociudadano encuentra cosas que no esperaba: conflictos internacionales que le afectan directamente, nuevas tecnologías de impacto súbito, pandemias, desastres naturales y tecnológicos, apagones, inseguridad, preparación para la guerra, nuevas y antiguas pobrezas, lo que se llama a veces “cisnes negros”. Cada uno de estos problemas impacta de diferente manera sobre el ecosistema doméstico y puede determinar de manera importante su evolución hacia la sostenibilidad.
La lista de amenazas reales y potenciales es larga. Este es un ejemplo de comienzos de la década de 1960: «Ante los riesgos que correrá todo el mundo por razón del empleo de las armas nucleares, se hace indispensable que cada cual posea un mínimo de conocimientos elementales para hacer frente a los daños –brutales por su extensión y su intensidad– que pueden ocasionar.» Este párrafo de la introducción del folleto «Consejos prácticos para defenderse de los efectos de las armas nucleares (bombas atómicas, de hidrógeno, etc.) – Autoprotección familiar y personal», editado por la D.G. de Sanidad en 1962, es un ejemplo temprano de respuesta gubernamental a una amenaza apocalíptica, mediante la difusión de información de respuesta entre la población. En 1962 la crisis de los misiles soviéticos en Cuba llevó al mundo al borde de una guerra nuclear. El folleto es una verdadera guía de integración en el ecosistema doméstico de un azar tan impensable como una guerra atómica.
La guerra nuclear nunca se desencadenó, pero la guerra convencional sí impactó de varias maneras en los ecosistemas domésticos, singularmente a través de la energía de referencia de nuestro socioecosistema, el petróleo.
Crisis petroleras
A partir de 1973, a raíz de la guerra de junio o del Yom Kippur, el petróleo pasó de energía abundante y barata a espada de Damocles siempre pendida sobre las cabezas del estilo de vida occidental. La breve explicación contenida en un folleto del Ministerio de Industria y Energía de 1991, “Tu ahorro da energía”, explica perfectamente la conexión: «A raíz de los últimos acontecimientos internacionales [la guerra del Golfo], el petróleo se ha convertido en una energía que debemos ahorrar. Por esta razón, el Ministerio de Industria y Energía propone unos consejos de uso cotidiano que, sin perjuicio del actual nivel de vida de los españoles, ayudará en gran medida a ahorrar petróleo. La energía de la que dependemos todos».
La impresionante elevación de precios del crudo que se dio en 1973 tardó en ser trasladada a la población (en forma de elevación de precios de la gasolina, y su correlato de aumento de precios en general), mientras que el mismo proceso desencadenado en 1979 a raíz de otra gran crisis en Oriente Medio provocó una brusca disminución del consumo de petróleo que duró un lustro.
Crisis financiera
La crisis financiera de 2008 impactó de manera extraordinaria sobre la pauta de consumo, la huella ecológica y la pauta ambiental de la vida cotidiana, hasta el punto que se quebró la línea ascendente de consumo de casi cualquier cosa y de su reflejo en términos de huella ecológica. El desplome fue rápido hasta comienzos de la década de 2010, desde entonces sigue una tendencia fluctuante que no parece que conduzca a una recuperación de los niveles de 2005, un “año cumbre”.
Pandemias
La pandemia de 2020 tuvo un impacto muy diferente, enorme pero más efímero, así como la recuperación a los niveles del año de referencia, 2019, fue relativamente rápida. El proceso se reflejó en una acusada dentellada en las gráficas de consumo e impacto ambiental y también por desgracia, en la gráfica de evolución de la esperanza de vida. Durante la pandemia y después se especuló con un posible cambio de raíz del ecosistema doméstico y de su cultura (impulsado por el confinamiento, que provocó un insólito auge del cocinar o del bricolaje), que luego se reveló efímero.
El ciclo de guerras cercanas (Ucrania, 2022, Palestina 2023, Irán 2025) de intensidad y brutalidad desconocida en tiempos recientes, pareció abrir una época de gran conflictividad internacional. La respuesta de los poderes públicos recordó en algunos momentos las campañas dirigidas a la población durante la segunda guerra mundial. Un buen ejemplo es la declaración oficial del comisario de exteriores de la UE, sobre la necesidad de consumir menos gas para socavar la capacidad bélica de Rusia, o el decálogo de la Agencia Internacional de la Energía para reducir drásticamente el consumo de petróleo, principalmente reduciendo el uso de coche, ambas de marzo de 2022. Este clima de guerra tiene por lo tanto un impacto directo sobre el ecosistema doméstico y también indirecto (multiplicar los gastos militares, reorientar la economía, cambiar el modelo energético, etc.).
Preparación europea
En marzo de 2025, la UE puso en marcha la Estrategia de Preparación de la Unión Europea , para «mejorar la capacidad de Europa para prevenir las amenazas emergentes y responder frente a ellas». En la lista de amenazas figuran la guerra (tensiones y conflictos geopolíticos), la ciberseguridad, la manipulación «extranjera» de la información, y, en un orden de cosas claramente diferente, «el cambio climático y el incremento de las catástrofes naturales». La Estrategia incluye 30 acciones clave y un Plan de Acción.
La medida estrella, que llamó mucho la atención de los medios de comunicación, fue el «kit de las 72 horas», acopio de provisiones esenciales para pasar con el menor daño posible tres días de situación de emergencia. En la lista de acciones claves hay más cosas que afectan directamente al ecociudadano, en el epígrafe «Preparación de la población «:
Mejorar los sistemas de alerta temprana, un elemento fundamental que reveló su importancia en desastres como la DANA de Valencia en octubre de 2024.
Aumentar la concienciación de la población sobre riesgos y amenazas (que se clasifican en cuatro tipos: desastres naturales incluyendo «episodios de clima extremo agudizados por el cambio climático», desastres tecnológicos y epidemias, amenazas híbricas (ciberataques, desinformación, sabotajes) y la guerra.
Desarrollar directrices para alcanzar una autosuficiencia de la población de un mínimo de tres días, el famoso kit de supervivencia de 72 horas.
Otros elementos son el desarrollo de protocolos de emergencia, y «establecer acuerdos globales de preparación cívico-militar», que apuntan a una especie de servicio cívico-militar, años, mucho tiempo después de que fuera prácticamente abolido el servicio militar en casi todos los países de la UE. Incluiría ejercicios regulares, tal vez siguiendo el modelo suizo.
Como objetivo central, «Preparación de la población y resiliencia social: Capacitar a los ciudadanos y las comunidades para prepararse y responder a las crisis». La UE insiste en este concepto: «una cultura de resiliencia a escala nacional y local». Resiliencia se entiende como la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Como se puede ver, la amenaza central ya no es la gran crisis ecológica y climática a escala planetaria, sino un conjunto difuso de amenazas que incluyen de manera importante la amenaza de guerra, y la correspondiente respuesta militar.
Los últimos mensajes de alerta de la UE se pueden comparar con éste de la Agencia Europea del Medio Ambiente emitido en 2017, revisado en 2019 : «Preparar a Europa para el cambio climático: la coordinación es fundamental para reducir los riesgos que conllevan las condiciones meteorológicas extremas, cada vez más frecuentes y costosas”. “Los 10 riesgos naturales clave en Europa …incluyen las olas de calor, las fuertes precipitaciones, las inundaciones fluviales, los temporales de viento, los desprendimientos de tierras, las sequías, los incendios forestales, los aludes, el granizo y las marejadas ciclónicas”.
Estas amenazas coexisten con otras no asociadas con tensión sociopolítica internacional o con la gran crisis climática, sino de tipo recurrente, correspondientes a riesgos tecnológicos o desastres naturales previsibles.
Un apartado especial es la protección ante los peligros de la energía nuclear, con muchas publicaciones y acciones del Consejo de Seguridad Nuclear en relación con la vigilancia de radiaciones, la emergencia en centrales nucleares (que tienen planes de contingencia de sus territorios circundantes), etc. Protección Civil, por su parte, establece su red de vigilancia y protocolos de actuación frente al riesgo de desastres naturales y tecnológicos. La DANA de Valencia en octubre de 2024, que provocó centenares de muertos y arrasó comarcas enteras, provocó un encendido debate sobre la mejor manera de enfrentar estas catástrofes mediante cambios urbanísticos y de la movilidad y estrategias de re-naturalización, además de las actuaciones de ingeniería hidráulica.