Los ecosistemas domésticos, ¿caminan hacia la eficiencia o hacia el derroche?
Expresado más correctamente, ¿Cómo evoluciona la tasa media de eficiencia de los ecosistemas domésticos? No es una pregunta fácil de contestar, como se ve en la evolución de un electrodoméstico imprescindible, como el frigorífico. En este caso vemos como una política “desde arriba” de incrementar la eficiencia vía etiquetado energético” se ve contrarrestada por una cultura “desde abajo” de frigoríficos cada vez más grandes. Otro ejemplo es el paulatino crecimiento en tamaño de automóvil, que invalida o reduce considerablemente las mejoras en eficiencia de las tecnologías mejoradas en los motores. Es un punto de vista más cotidiano del difícil camino hacia la desmaterialización de los hogares.
Un indicador general de eficiencia del ecosistema doméstico debería medir cómo se realiza la satisfacción de las necesidades cotidianas (climatización, conservación de alimentos, cocina, transporte, limpieza, alimentación, etc.) en relación con el impacto ambiental que genera.
Muchas veces, la eficiencia funciona en escalones , cuando una tecnología ineficiente es sustituida por otra más eficiente (caso de la transición lámparas de incandescencia > lámparas de bajo consumo > LED), o el estándar de calidad cambia (de ventanas de cristal simple a ventanas de doble cristal).
El estándar de consumo también puede variar de manera continua, siguiendo una tendencia, Es frecuente la tendencia al sobredimensionamiento, por ejemplo, el crecimiento paulatino del tamaño medio de los frigoríficos o de las pantallas de televisión en las últimas décadas, que puede llegar a chocar con el reducido tamaño de muchas viviendas. No existe apenas la tendencia opuesta al infradimensionamiento o tendencia a la reducción del tamaño, salvo en casos muy concretos de artilugios electrónicos.
Es habitual una tendencia general al aumento de la complicación del ecosistema doméstico en términos de la multiplicación del número de artefactos, aparatos y máquinas que puedan existir (aunque con pautas de uso muy diferentes, desde continuas a esporádicas o incluso inexistentes, en el caso de aparatos que se usan una sola vez y se guardan en un cajón). Paradójicamente, algunos de estos aparatos se supone que mejoran la eficiencia del ecosistema doméstico en términos de rapidez de ejecución de tareas y por ende de tiempo ahorrado por sus moradores.
O bien se llevan a cabo cambios entre pautas de uso (como en el contraste entre “conductas eficientes”, muy notorias en el uso de la climatización, y “conductas derrochadoras”, típicas en el consumo de alimentos). Determinados sucesos, como una sequía o elevación brusca de precios de la energía, pueden alterar bruscamente de esta manera conductual la tasa de eficiencia de un hogar.
Un problema es la comunicación difícil o inexistente que se puede dar entre normas “de arriba” que persiguen la implantación de la eficiencia y la respuesta de los consumidores, cuando los prescriptores no están por la labor. Así, las etiquetas energéticas permanecieron ocultas durante años, y completamente ignoradas como argumentos de venta, hasta que eclosionaron y se posicionaron en los establecimientos de venta de electrodomésticos, inmobiliarias, etc. En el caso de los coches, la etiqueta de eficiencia siguió siendo invisible.
Algunas tendencias de la eficiencia en diferentes elementos del ecosistema doméstico
Materiales
Los datos muestran una reducción general de la producción de residuos domésticos por persona en las últimas dos décadas, lo que puede indicar una cierta mejora de la eficiencia de materiales. No obstante, hay que tener en cuenta la generalización de la recogida selectiva para explicar esta reducción. Por el lado de la fabricación de artículos desechables se dan tendencias contradictorias. Por ejemplo, los envases complejos siguen proliferando, pero al mismo tiempo se da una reducción paulatina del peso del envase por unidad de producto contenida. Los residuos de papel gráfico disminuyen en paralelo a la reducción de prensa y revistas impresas, pero proliferan los embalajes desechables como resultado del auge de la venta por internet .
Electrodomésticos
La tendencia es muy clara en la mejora de la eficiencia de los electrodomésticos “imprescindibles” (frigoríficos, lavadoras, secundariamente lavavajillas), como muestra la evolución de su etiquetado energético, que pasó de “A” como clase más eficiente a “A+++”, pasando posteriormente otra vez a “A”, pero mucho más eficiente que su antecesora. Estas ganancias de eficiencia pueden ser muy grandes en los frigoríficos, elemento importante por su peso continuo en el consumo eléctrico de la vivienda. La posibilidad de manejo de los frigoríficos es limitada (apenas regular un poco la temperatura), pero en lavadoras, lavavajillas y similares es muy grande, si se usan programas rápidos, temperatura del agua reducida, etc.
Por el lado de la tendencia a una pérdida general de eficiencia se cuenta la tendencia al sobredimensionamiento de los aparatos y también a la multiplicación de su número. A los “imprescindibles” se unen ahora gran número de electrodomésticos de nicho impensables hace pocos años, como los robots de limpieza, dotados ya de una apreciable capacidad de Internet de las Cosas.
Climatización
En la climatización, tenemos una larga historia que arranca con un reducido parque de elementos de calefacción central y un elevado porcentaje de elementos independientes, generalmente incapaces de proporcionar un confort suficiente, como ponen de manifiesto las sucesivas encuestas de equipamiento desde la década de 1960. Si se contaba solo con elementos precarios de calefacción, el concepto de eficiencia no tenía mucho sentido. En adelante se produce la interacción de casas deficientemente construidas, con muy bajos niveles de aislamiento, y elementos más completos de calefacción, en las que se dan en ocasiones grandes derroches de energía y de dinero.
Paulatinamente, la extensión de una calefacción más adecuada se acompaña de un cortejo de actuaciones interiores (termostatos, reguladores, temporizadores) y exteriores (mejora de aislamientos). En paralelo, la secuencia de sustitución de combustibles pesados por ligeros (típicamente, carbón > gas natural) implicó un gran empujón para la eficiencia. Probablemente la irrupción del aire acondicionado implicó por el contrario una caída de la eficiencia de la climatización, al generalizarse el uso de la “fuerza bruta” para combatir las altas temperaturas.
Iluminación
Un buen ejemplo de sustitución sencilla de tecnologías en el sentido de multiplicar la eficiencia, mediante la secuencia de sustitución de lámparas de incandescencia > LBC > LED. No obstante, se produce al mismo tiempo una multiplicación de luminarias, asociadas a ideas más avanzadas de confort y decoración, y muchas veces colocadas de manera ineficiente (por ejemplo, se sobreiluminan pasillos y se colocan luces generales de gran potencia, cuando sería mejor iluminar más discretamente y más focalizadamente).
Consumo de agua
Determinada por factores externos y en gran parte puramente conductuales, pues la tecnología de eficiencia hídrica es muy localizada (perlizadores, cisternas de doble tecla, etc.) y en este caso no hay apenas ninguna ecoetiqueta en la que apoyarse..
Alimentos
Reducir el porcentaje de desperdicio de alimentos es la mejor medida de eficiencia alimentaria, pero las las cifras de derroche de comida son muy elevadas según todos los indicios, más de 28 kilos/litros de alimentos por persona y año tirados a la basura en el año 2021 (según el Informe del Desperdicio Alimentario en España que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación). Un problema es la pérdida de las técnicas de la cocina de aprovechamiento (“cocinar con sobras”), dentro de una erosión general de las habilidades culinarias. Los frigoríficos muy grandes son también una fuente importante de alimentos olvidados y que terminan en la basura.
Transporte
La eficiencia en el transporte pasa evidentemente por usar medios de transporte más ligeros (caminar, bicicleta, transporte público, coche compartido), pero también es fundamental aumentar el ratio peso del pasajero / peso de vehículo.
En el caso de coches de tipo SUV muy grandes y conductores solitarios, podemos tener un ratio tan ineficiente como 2.000 kilos de vehículo por pasajero transportado. La media actual es de unos 800 kilos: un coche de peso medio, 1.200 kilos, con una media de ocupación de 1,4 pasajeros, incluyendo al conductor. Esta tasa ha crecido mucho, compárese con los utilitarios de hace décadas, con un peso medio de unos 600 kilos, y una mayor tasa de ocupación del vehículo. Un utilitario algo más pesado con cuatro ocupantes bajaría este ratio a solo 200. Los coches ultraligeros urbanos podrían bajar a 100 y una bici eléctrica necesita sólo unos 20 kilos de peso por pasajero.