Utilizando como marco temporal los últimos 75 años, 1950-2025, aparecen una serie de fases o etapas históricas desde el punto de vista del impacto ambiental del sistema de producción y consumo, o socioecosistema, que se pueden correlacionar con fases de la evolución de la huella ecológica de los ecosistemas domésticos en el llamado (con términos obsoletos actualmente) mundo desarrollado o primer mundo, aunque su impacto fue planetario.
La Gran Aceleración, 1950-1975 El final de la segunda guerra mundial dio paso a una época con la mayor tasa de crecimiento de la historia, en términos de energía, productos, bienes y servicios, población, economía en general y su correlato de impacto sobre el medio ambiente. Este crecimiento se hizo de forma exponencial y basado abrumadoramente en el consumo intensivo de energía fósil. Un ejemplo de este proceso fue la oleada de motorización, que multiplicó en pocos años el número de coches hasta que se acercó a la cifra de un utilitario por familia.
Crecimiento irregular con desfallecimientos ocasionales (1973, 1979, primera mitad de los 80) 1973 fue un choque muy brusco para un mundo que crecía sobre una oleada de petróleo supuestamente barato. A partir de entonces, el crecimiento continuó, pero ya no de forma exponencial sino lineal e irregular, con su correlato en el impacto sobre el medio ambiente o la huella ecológica del ecosistema doméstico. La necesidad de ahorrar energía (un concepto nuevo) se hace popular.
Crecimiento regular 1992-2007 Una época de “fin de la historia” en la que el crecimiento se reasumió de manera más continua, aunque crecientemente discutido por una serie de amenazas ambientales cada vez más claras, entre las que destaca el cambio climático.
El gran crash 2008-2014 La gran crisis financiera provocó un desplome brusco de los indicadores de producción y consumo, con su correlato en la huella ecológica del ecosistema doméstico. Este desplome se dió en infinidad de aspectos, desde la compra de coches al consumo de agua mineral.
“Recuperación” cautelosa, nuevas direcciones de la economía no automáticamente crecentistas (2015-2025) Nuestra época ve movimientos contradictorios entre una cierta recuperación de las cifras “de antes de la crisis” y la creciente conciencia de la necesidad de cambiar el modelo crecentista automático, ante señales de alerta cada vez más claras de crisis climática, ecológica y global.
El ritmo del cambio en los ecosistemas domésticos
En lo que sigue se marcan cinco hitos o cortes temporales de los ecosistemas domésticos entre 1950 y un hipotético 2050. Los jalones históricos se insertan en la evolución histórica de España, aunque también serían parcialmente válidos para lo que se llama “sociedad occidental de consumo”.
1950: Hogares al límite de la supervivencia
Tras los desastres de la guerra y la penuria posterior, los ecosistemas domésticos practican una supervivencia con poco o ningún margen de seguridad. La alimentación tiene un componente vegetal muy grande y está muy basada en el núcleo duro de la comida: cereales, legumbres y patatas y grasas básicas, como el aceite. El abastecimiento de energía es a base de biomasa (leña), secundariamente carbón, con algunas islas de gas ciudad (a su vez a base de carbón). La electricidad se usa casi exclusivamente para la iluminación, la refrigeración de alimentos utiliza neveras de hielo procedente de fábricas locales. La dotación de electrodomésticos es prácticamente cero.
1975: Esbozando la sociedad de consumo
El creciente nivel de consumo de energía eléctrica permite abastecer un parque básico de electrodomésticos, y la petrolización de los hogares avanza en el campo de la calefacción y el agua caliente. La pirámide trófica de la alimentación se desplaza hacia arriba, a un consumo mayor de productos de origen animal, singularmente carne y leche. Se llega a una motorización incipiente, en la secuencia caminar/transporte público > bicicleta > moto > coche.
2000: Ecosistemas domésticos de alta huella
El máximo de la huella ecológica de los hogares, en términos de consumo de energía, producción de residuos, consumo de alimentos de alto nivel trófico, etc., se alcanzó hacia 2005, cuando la crisis económica provocó un brusco quiebro de las curvas de crecimiento. Los ecosistemas domésticos hacia 2000 son ya plena sociedad de consumo, incluso de hiperconsumo. Todo el sistema energético que sustenta esta abundancia de consumo de energía y de bienes es fósil y nuclear casi en su totalidad. El radio de acción de estos ecosistemas domésticos abarca todo el planeta, en forma de viajes de vacaciones en avión, incluso intercontinentales.
2025: Modulación y reaparición de antiguos problemas
Tras el gran jarro de agua fría de la crisis financiera, varias corrientes confluyen para dibujar ecosistemas domésticos más contenidos y con más atención a la reducción de la huella ecológica, impulsados por la suma de políticas verdes, que expanden su área de acción a casi todos los elementos de los ecosistemas domésticos, desde el transporte a los cosméticos. Se produce la generalización de una cierta eco-conducta formal, como la separación selectiva de residuos y el ahorro de energía. La penuria reaparece en forma de diversas pobrezas: energética, de transporte, incluso alimentaria. En general, la antigua sensación de crecimiento ilimitado desaparece, al mismo tiempo que acontecimientos devastadores como la pandemia del covid-19 recuerdan la fragilidad del sistema socioecológico.
2050: ¿Hogares sostenibles en un mundo viable, o supervivencia en el colapso?
Entre las características de un ecosistema doméstico «sostenible» en 2050, si se continúan las líneas de tendencia positivas, estarían el uso de vehículos eléctricos, tanto en propiedad como compartidos, edificios de consumo casi nulo, una alimentación muy poco basada en ultraprocesados y que ha recuperado la práctica de la compra frecuente de alimentos frescos y el cocinar, circuitos de reutilización de aguas grises en las viviendas, un menú de transporte muy variado, una gestión de los desechos más circular (y más laboriosa desde el punto de vista del ecosistema doméstico), todo ello auxiliado por un sistema combinado de IA+IoT funcionando en segundo plano.
Una evolución más realista e inquietante podría mostrarnos un ecosistema doméstico dual con un contraste creciente entre hogares sostenibles a ultranza y hogares que “no se pueden permitir tanta sostenibilidad”, y que deben apañarse con tecnología más obsoleta y de menor calidad, alimentación menos fresca, vehículos más obsoletos, etc. Sin profundizar en la tercera y más inquietante posibilidad, en que un pequeño núcleo bien abastecido y con excelente calidad de vida ocupe islas bien delimitadas y protegidas en medio de una mar de carencias y empobrecimiento.