A lo largo de la década de 1990, el fenómeno todoterreno se implantó con firmeza en el parque automovilístico español. Muy lejos ya del utilitario clásico, eran coches muy sobredimensionados, pesados y contaminantes, antecesores directos del fenómeno SUV.
«Impresionantes prestaciones todoterreno y el confort de una berlina de lujo». Con sus 207 CV de potencia, un orden de magnitud por encima de la de la de los utilitarios clásicos como el Seat 600 o el Citröen 2CV, el Ford Explorer era un vehículo apabullante, con un precio de casi 5 millones de pesetas (unos 50.000 euros de 2022). este tipo de cochazos, no obstante, tenían una limitada carrera comercial, y la industria comenzó pronto a plantear modelos más asequibles, como el Freelander .
El Freelander de Land Rover era un coche más modesto, con un precio de solo 3,5 millones de pesetas (unos 34.000 euros de 2022) y una potencia de 97 a 120 CV. Predecesor directo de los SUV actuales, era capaz, según la publicidad, de «deslizarse por el asfalto con las prestaciones de un turismo de última generación y luego cruzar un desierto». Un paso más se dio con la multiplicación de modelos y su adscripción a un público objetivo decididamente femenino.
«¿Quién iba a decir que las mujeres formarían parte del restringido y masculino club de los amantes de los todoterreno?» Así comienza el reportaje de Ana Rivas Montero dedicado al interesante fenómeno de los todoterrenos, coches grandes, pesados y caros que fueron, hacia el año 2000, los vehículos de más estatus disponibles en el mercado. Su capacidad todo terreno no era usada por casi nadie: «un 95% de los compradores de 4×4 lo utilizan únicamente para desplazarse por la ciudad o por carretera».
La motivación de compra de estos armatostes con ruedas era muy otra, principalmente la seguridad que proporcionaba una especie de fortaleza rodante, «permiten mirar por encima del hombro al resto de los automovilistas».
Con el tiempo, los fabricantes inventaron el pseudotodoterreno, coches grandes y elevados sobre el suelo pero de líneas más suaves, en busca del público femenino. Según la autora del reportaje, a comienzos de la década de 1980 la oferta de todoterrenos se reducía a seis modelos, que ya eran más de 40 hacia el año 2000.
Estos son los cuatro modelos representativos del todoterreno «light»: el Renault Scenic Rx4, el Land Rover Freelander, «paradigma del todoterreno familiar para el ocio», el Honda HRV, «uno de los que tienen mayor aceptación entre las mujeres» y el Mitsubishi Montero.
Arriba: La Vanguardia, 19 de mayo de 1997 y 25 de marzo de 1998. Hemeroteca de La Vanguardia, desde 1881.
Abajo: El Mundo Estilo, c. 2000