El grupo de trabajo de la IUGS (Unión Internacional de Ciencias Geológicas) lleva tiempo buscando el «clavo dorado» que marque el límite entre el Holoceno (penúltima era del cuaternario del cenozoico), que comenzó hace unos 12.000 años y el Antropoceno, nuestra supuesta era. Hay muchas implicaciones sociales, culturales y ambientales en considerar el Antropoceno como un período geológico aparte y oficialmente delimitado. (NOTA: en su última reunión, la IUGS aplazó el reconocimiento oficial del Antropoceno).
Candidatos al clavo dorado del Antropoceno son los rastros de plutonio procedentes de pruebas de armas nucleares, hacia 1950, o la súbita proliferación de envases plásticos desechables a partir de 1960 aproximadamente.
Los tecnofósiles del ecosistema doméstico, que empiezan a abundar a partir de 1950, suelen considerarse el comienzo de la Gran Aceleración, que multiplicó la producción de artículos de consumo a un ritmo sin precedentes en la historia y que se puede considerar la primera fase del Antropoceno.
La gran aceleración mejoró la vida de muchas personas, que empezaron a disfrutar de lujos como el agua caliente o la refrigeración de alimentos. Por otro lado el Antropoceno está dejando un legado fósil abrumador: la acumulación de CO2 y otros gases de fecto invernadero en la atmósfera.
¿Podrían tener los trabajos del grupo de trabajo del Antropoceno de la IUGS utilidad para nuestra vida cotidiana.? El concepto del Antropoceno nos permite una visión más ajustada y realista de nuestro impacto sobre el planeta. Nos hace conscientes de que vivimos en una era geológica distinta, cuyo rumbo depende de nuestras decisiones.
La visión “antropocénica”, permite rastrear de manera más afinada el origen de muchos problemas actuales, así como la manera en que podemos trabajar para resolverlos. Por ejemplo, la historia de cómo se consiguió erradicar la gasolina con plomo, puede ser un modelo adecuado para entender los graves problemas con que se enfrenta la paulatina eliminación del coche de motor de combustión, o la manera en que se provocó la primera transición alimentaria puede darnos pistas para propiciar la segunda.
El punto de vista antropcénico y una sencilla periodización de la evolución del ecosistema doméstico puede darnos algunas pistas sobre cómo propiciar su transición hacia la sostenibilidad:
La transición a la sociedad de consumo (1950-1980) se caracteriza por el arranque de la motorización y la dotación completa de ciertos equipamientos (como el televisor), que se realizó en un tiempo muy corto, del orden de una década. ¿podría ser la transición ecológica igual de rápida?
La edad de oro de la sociedad de consumo (1980-2010) coincide con una etapa en la que se produjo un gran punto de inflexión. Hacia 1990 (se podría pensar que justo en el año fausto de 1992) el modelo de consumo, que hasta entonces había proporcionado tiempo libre y bienestar con poca discusión, comenzó a ser visto como el “frenético ritmo de la sociedad moderna”, que a su vez nos obliga a un consumo insostenible y termina por reducir nuestra calidad de vida.
La transición ecológica del ecosistema doméstico (2010-2030) plantea una transición energética, hídrica, de materiales, y también en el transporte, la alimentación, etc. Sus consecuencias para la vida cotidiana son y serán muy importantes, y tendrán que recoger la experiencia acumulada desde mediados del siglo pasado.
Referencias:
El mundo con nosotros