El concepto de resiliencia (capacidad de resistencia frente a perturbaciones) es una herramienta muy potente para la transición hacia la sostenibilidad, enfocada como una respuesta a la crisis socioecológica general, y se puede aplicar tanto a escala general (por ejemplo, planteando una diversificación de cultivos mucho más inmune a las plagas, y por lo tanto, con menos necesidad de pesticidas) como a escala personal y de los hogares.
Hay una serie de elementos de lo que se podría llamar una vida resiliente que están sólidamente anclados en la evolución del ecosistema doméstico, que han probado su eficacia sobradamente y que ahora pueden ser vistos desde el punto de vista de un concepto relativamente reciente, la resiliencia. Y tal vez incluso desde un concepto muy antiguo, el de autosuficiencia, en apariencia difícil o imposible de aplicar hoy en día, pero que puede ser también una idea interesante en tiempos de crisis socioecológica general.
Entre los elementos de la resiliencia (y tal vez de la autosuficiencia) destacan los siguientes:
Saber cocinar, obtener alimentos de calidad y procesarlos adecuadamente
Tal vez el elemento fundamental de la resiliencia personal. Permite un buen control sobre la propia alimentación y da acceso a todas las posibilidades del mercado de alimentos frescos, incluso de proximidad y ecológicos, así como de alimentos de temporada.
Capacidad de efectuar reparaciones y hacer un mantenimiento adecuado de los artefactos domésticos
Reparar algo cuando algo se estropea o darle una nueva vida cuando se convierte en obsoleto combate un problema principal, la cultura del usar, tirar y olvidar.
Una cierta autosuficiencia energética
Si bien se puede llegar muy lejos en este aspecto (por ejemplo, con una instalación de autoconsumo completamente autónoma y desconectada de la red general) en este caso se trata más bien de aprovechar las oportunidades que ofrece la electrificación, que cada vez más procede de fuentes renovables múltiples, y que por lo tanto es inherentemente cada vez más resiliente.
Una casa capaz de responder bien a los avatares climáticos
La mejora de la envolvente de los edificios, aumentando su aislamiento térmico, sistemas de ventilación adecuados, ajuste fino de la climatización, etc. son todos indicadores de una casa resiliente, capaz de enfrentar cualquier situación climática.
Una conexión con la naturaleza
Las plantas aportan salud, física y mental, ofrecen incluso posibilidades de cierto auto-abastecimiento de alimentos (desde unas pocas aromáticas a una cosecha entera de tomates), amortiguan los extremos climáticos, y aíslan del frío y el calor.
Movilidad no dependiente de la gasolina
Una bicicleta eléctrica recargada con un panel solar es un buen ejemplo de resiliencia de movilidad. Los coches de motor de explosión y que consumen gasoil o gasolina dependen mucho de factores externos como el precio del combustible o las restricciones de tráfico en las ciudades.
Otros elementos cotidianos «amigos de la resiliencia» serían los productos consumibles (de limpieza por ejemplo) no tóxicos y de fácil acceso, la ropa de segunda mano, un perfil alimentario de escalón más bajo de la pirámide trófica (más basado en vegetales y menos en carne).
Referencias:
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