Este escenario supone la puesta en práctica de una políticas de transición hacia la sostenibilidad basada en el consenso, con plazos más generosos y haciendo un uso muy limitado de las medidas coercitivas.
Tendencias generales, como la “domotización” y la electrificación, serán el telón de fondo de este escenario, que también aprovechará a fondo tendencias de la evolución del socioecosistema (como la economía circular, o, en términos más generales la “economía del donut” –que establece un ámbito de la economía que no debe sobrepasar los límites planetarios por un lado, pero que, por otro, debe satisfacer cumplidamente las necesidades humanas–). También se implementarían tecnologías emergentes como el Internet de las Cosas o, en un ámbito más peliagudo, la inteligencia artificial.
Desde el punto de vista del ecociudadano, se trata de una aminoración general y paulatina de la huella ecológica en aspectos tales como el consumo de carne y leche, la generación de residuos domésticos y el consumo de agua y de energía eléctrica. Los cambios en los estilos de vida serían graduales y acompañados por medidas de estímulo, más que por medidas negativas que supongan gravámenes a aspectos insostenibles del ecosistema doméstico.
Dentro de esta tendencia general, se pueden ver algunas direcciones más concretas de cambio, como estos ejemplos:
El transporte urbano evolucionará hacia una gran diversidad de vehículos compartiendo un espacio cada vez más restringido para los vehículos, en el espacio y en el tiempo. Entre el transporte público de red fija (metro, autobús) y el transporte privado de coche en propiedad, se establecerá un sector intermedio importante, con muchas variantes y con flotas bastante nutridas tanto de taxis y similares como de vehículos compartidos de todo tipo, desde patinetes a coches eléctricos. La automatización del transporte público (autobuses, metros y tranvías sin conductor, con muy alta frecuencia de disponibilidad) contribuirá a incrementar su uso.
Las ciudades se organizarán en círculos concéntricos, con un núcleo peatonal y de calzadas con velocidad limitada a 20 km/h, lo que equivaldrá a una completa pacificación del tráfico. En torno a este núcleo, se trazará una zona de acceso restringido de vehículos (Zona de Bajas Emisiones o similares) que prohíbe el paso a vehículos que no sean de emisión cero. La tercera zona, periférica, hasta los confines del municipio, tendrá alguna restricción de paso en relación con la contaminación generada por el vehículo.
La tipología de los vehículos urbanos cambiará hacia la disminución de tamaño y peso en relación con la carga a transportar, tanto mercancías como pasajeros. Las redes municipales de bicicletas y eventualmente de pequeños coches eléctricos, coexistirán con una densa nube de microvehículos urbanos (patinetes, urbanwheels y similares). Los grandes SUVs serán alejados del espacio urbano, al menos de su núcleo.
La implantación de peajes urbanos y la multiplicación del coste de aparcamiento (tanto para residentes como para no residentes) contribuirá en buena medida a la paulatina erradicación del coche de la ciudad.
La mejora de la eficiencia de las baterías disminuirá su peso y permitirá la generalización del coche utilitario (y familiar) eléctrico, con un precio accesible y autonomía suficiente para viajes de vacaciones.
La creación de una red básica de trenes de alta velocidad capaz de conectar todas las capitales de provincia en tiempos de viaje reducidos, con precios moderados, contribuirá a popularizar esta opción para viajes de vacaciones. Al mismo tiempo, esta tendencia reducirá el uso de aviones en vuelos domésticos, aunque cabe la posibilidad de que la tecnología eléctrica esté disponible para aviones regionales del orden de 50 plazas.
Una nueva norma más estricta de calidad en la edificación permitirá garantizar un estándar práctico de casas pasivas o de emisión cero para todos los edificios de nueva construcción. Programas de gran dimensión lidiarán con la rehabilitación energética del enorme parque de viviendas construido con poco o ningún aislamiento, de preferencia con soluciones integrales de fachada.
La grifería economizadora (aeradores, cisternas de parada a voluntad, etc.) será estándar, obligatoria y generalizada en todas las viviendas.
El parque de contadores inteligentes, tanto de agua como de energía, llegará al 100% de las instalaciones domésticas, así como los repartidores de costes en instalaciones de calefacción central, junto con posibilidades mejoradas de regulación de la temperatura, tanto automática como a voluntad.
La energía dominante en el ecosistema doméstico será la electricidad, con tendencia a un crecimiento rápido. Un factor cada vez más importante en este sentido será la generalización de la aerotermia y de sistemas de bombas de calor.
Combustibles como el gasóleo desaparecerán, (aunque puede que alguna caldera de carbón permanezca hasta el fin de los tiempos). El GLP reducirá su consumo paulatinamente. El uso del gas natural irá a la baja, en una curva de descenso más lenta. No obstante, se puede esperar un crecimiento del uso de la biomasa para calefacción, especialmente en áreas periurbanas.
El ruido urbano derivado del transporte se reducirá paulatinamente, por la generalización del vehículo eléctrico a velocidad reducida. La generalización esperable del aire acondicionado de compresor, no obstante, puede incrementar el ruido de maquinarias en los edificios.
El sistema de etiquetado (de ropa, alimentos, electrodomésticos, etc.) se estandarizará en unos pocos mensajes cruciales de calidad, salud y eficiencia. El ciudadano puede ver de un vistazo el perfil de sostenibilidad de cualquier producto, y tomar sus decisiones de consumo en consecuencia.