Este escenario presupone una acción política decidida que acelera los procesos de transición a la sostenibilidad y en algunos casos los hace coercitivos.
En términos generales, un sólido bloque legislativo establece objetivos, límites y fronteras temporales concretas en muchos aspectos del socioecosistema vigente: por ejemplo, porcentajes elevados de territorio a restaurar y “renaturalizar”, eliminación rápida del empleo de biocidas en la agricultura o de aditivos en la alimentación, establecimiento de cuotas obligatorias de procedimientos sostenibles (como espacio de agricultura ecológica, porcentajes de edificios de alto rendimiento energético, porcentaje de electricidad de fuentes renovables, etc.), baterías de prohibiciones de elementos considerados como deletéreos e insostenibles (coches de motor térmico, alimentos ultraprocesados, macrogranjas, etc.).
En paralelo a estas medidas, se plantean una serie de grandes proyectos de investigación y desarrollo como el aumento de la eficiencia y baratura de las células fotovoltaicas, la creación de baterías eléctricas ultraeficientes con peso y precio reducido, procedimientos biológicos de control de plagas, circuitos cerrados de tratamiento de residuos, diseño circular para envases, etc.
Desde el punto de vista del ecociudadano, este escenario de sostenibilidad “dura” se traduciría en algunos cambios significativos de su huella ecológica y de su vida cotidiana, acompañados y guiados por grandes campañas de sensibilización y comunicación. Por ejemplo:
Medidas radicales de autosuficiencia energética hacen obligatoria la instalación de placas fotovoltaicas en todos los edificios, independientemente de su fecha de construcción. Probablemente, esto acarrearía cambios en la pauta de consumo de energía, con horas preferentes de consumo asociadas a las de mayor producción fotovoltaica, etc.
Se establecen cuotas obligatorias o indicativas de autosuficiencia energética, que se extiende paulatinamente a la autosuficiencia hídrica (exigiendo la instalación de artefactos para recoger y acopiar el agua de lluvia). Cada edificio o vivienda contaría con un indicador propio de autosuficiencia.
El uso de vehículo privado se restringe a ciertas situaciones (si se dispone de aparcamiento propio apartado de la vía pública, y si la dotación de transporte público no existe o es muy insuficiente), y se prohíbe en el resto. Esto provoca cambios importantes en la pauta de transporte de las ciudades, que están vetadas en su totalidad al tráfico privado salvo en circunstancias especiales.
Se plantea un calendario para la rápida eliminación de toda clase de combustibles fósiles, incluyendo el gas natural. Obligaría a una aceleración de la electrificación de los hogares, sustituyendo calderas de gas por bombas de calor, por ejemplo. El establecimiento de baremos obligatorios de eficiencia energética iría acompañado de una enorme plan renove de toda clase de electrodomésticos.
Se prohíbe la fabricación, venta y uso de vehículos de motor térmico o simplemente que no sean de emisión cero (incluyendo los automóviles alimentados con e-fuels). Es probable que esta iniciativa venga acompañada del lanzamiento más o menos oficial de vehículos utilitarios eléctricos muy eficientes desde el punto de vista energético.
Un sistema de devolución y retorno completo y omnipresente consigue reducir a cero los residuos de envases desechables. Iría acompañado de un completo sistema de incentivos para retornar y desincentivos para tirar orientado a los consumidores.
Los alimentos ultraprocesados son prohibidos (aunque se siguen vendiendo conservas y comida para llevar). El estímulo a la compra de alimentos frescos produce un revival de los mercados de proximidad y de las habilidades culinarias.
Algunos aspectos concretos de la sostenibilidad “dura” son menos probables o más difíciles de implementar, por ejemplo:
Se marcan objetivos de autosuficiencia alimentaria para las ciudades, estableciendo un sistema de radios de abastecimiento.
Se pagan impuestos en función de la huella ecológica individual.
No obstante, la dinámica de este tipo de evolución hacia la sostenibilidad establece metas cada vez más ambiciosas, de manera que a medio plazo pueden verse tal vez consecuencias imprevistas este camino acelerado hacia un mundo viable.