Nacidos casi al mismo tiempo como elementos de consumo masivo, es muy posible que el destino final de plásticos y coches de motor de explosión también sea parecido.
Parecían una buena idea
Inundar el mundo con plásticos y con automóviles parecía una buena idea hacia 1950, fecha en que ambos importantes elementos de nuestro mundo comenzaron su multiplicación. Los plásticos sustituían a muchos materiales (metales, madera, fibras vegetales, vidrio, etc.) en productos ligeros, irrompibles, moldeables y de colores variados. Los coches sustituían a los autobuses, tranvías, ferrocarriles, metros, bicicletas y zapatos para caminar con una máquina de motor que podía llevar a su usuario a cualquier destino, a voluntad y a considerable velocidad.
Cambiaron de tamaño y de forma
Las líneas evolutivas de los plásticos y de los coches son algo diferentes. Los plásticos se diversificaron de manera increíble, a base de diseñar y fabricar miles de macromoléculas distintas, que proporcionan productos con una enorme variedad de propiedades y por consiguiente de aplicaciones, desde componentes de coches, barcos y aviones, a envases efímeros.
Los coches no evolucionaron en términos de tecnología básica. Un coche actual usa la misma que un modelo de 1890: un motor de explosión acoplado a un chasis y una carrocería. Lo que sí hicieron fue aumentar poco a poco de tamaño y añadir toda clase de complicaciones técnicas, de manera que las 5.000 piezas que podía tener un Ford Modelo T de 1910 son ahora unas 50.000 para un coche de la década de 2020.
Se metieron hasta la cocina
Los utensilios domésticos a base de plásticos de colores parecían una cosa simpática, y los primeros envases de plástico desechable se vendían como muy ventajosos en comparación con los frascos y botellas de vidrio: irrompibles, ligeros y desechables. Pronto estuvieron en todas partes. Hacia 1970, empezaron a ser un componente importante de los residuos, y no se sabía muy bien qué hacer con su proliferación. Después de todo, estaban diseñados para ser usados y tirados inmediatamente.
Con los coches pasó algo parecido. Entre 1960 y 1990 aproximadamente, se les permitió entrar en hasta el último rincón de la ciudad. Ni siquiera los parques ni las plazas históricas estaban a salvo. Incluso se construyeron pasos aéreos (escalextrics), que pasaban a veces a pocos metros de las ventanas de las casas, para que volaran, literalmente, sobre la ciudad.
Se descubrió su lado tóxico
La contaminación creada por el tráfico, principalmente compuesta de óxidos de nitrógeno y partículas finas de hollín, comenzó a preocupar a finales del siglo XX. Se reconoció que la atmósfera de muchas ciudades estaba sucia no por humos industriales, sino por los coches que atestaban sus calles. En 2014 la IARC (Agencia Internacional de Investigación del Cáncer) clasificó el humo de motores diésel (por entonces mayoritarios en la automoción) como cancerígeno. Los plásticos siguieron un camino parecido. Poco a poco se amplió la lista de compuestos potencialmente tóxicos integrados en su composición, como los ftalatos y el bisfenol A. Además, se confirmó la evidencia de la contaminación por microplásticos en todo el planeta, desde los pulmones de los niños pequeños de Madrid a las focas del Ártico.
Se buscaron soluciones: coches “eco”, reciclaje de plásticos
En lugar de seguir el camino más lógico e innovador –abandonar el motor de combustión y plantear nuevas tecnologías– la industria del automóvil reaccionó a la necesidad de contaminar menos a base de parches: catalizadores, filtros, aditivos y mejoras parciales de los motores. La industria del plástico se embarcó en los sistemas de recogida selectiva de residuos, para evitar el vertido de sus productos al medio ambiente, pero sus indicadores de reciclaje siempre han estado muy por detrás de los de papel y vidrio, por citar dos tipos importantes de envases.
… y los gobiernos legislaron (con bastante timidez)
No va a ser fácil hacer retroceder la marea de plásticos de usar y tirar que embarra nuestro planeta. La prohibición de bolsas de plástico y otros productos efímeros de este material, como la vajilla desechable, la purpurina o las microesferas usadas en cosmética, parece interesante pero muy insuficiente. Más importante puede ser la implantación paulatina de mecanismos de economía circular, incluso con un sistema de devolución y retorno aplicado a los envases de plástico.
2035 es el año en que la UE se supone que prohibirá la fabricación y venta de coches de motor de explosión, pero esta fecha está siendo tan encarnizadamente discutida por los fabricantes que se duda que sea efectiva. La otra cara de la moneda son las ciudades, que en general están intentando alejar el coche privado contaminante de sus calles, al menos de su zona central.
Jesús Alonso Millán
Fotografía: Markus Spiske en Unsplash
Publicado originalmente en vidasostenible.org