Todos los días se consumen millones de botellas plástico desechables, que acaban muchas veces tiradas por ahí o bien, en el mejor de los casos, colocadas en el contenedor amarillo. No es fácil encontrar datos fiables sobre cuantos de estos envases se reciclan en circuito cerrado, por ejemplo fabricando botellas de PET (tereftalato de polietileno) nuevas a partir de botellas de PET desechadas, o abierto (cuando se mezclan varios plásticos desechados para fabricar materiales bastos, como bancos de parque o pavimentos). Una parte se incinera, generalmente con recuperación de energía eléctrica. Pero lo cierto es que una gran proporción de las botellas de plástico usadas termina en un vertedero o en un contenedor que puede ser enviado a un país lejano.
Hasta 1960 aproximadamente, los únicos envases desechables eran las latas de hojalata pequeñas, las latas grandes se reutilizaban para diversos usos. Los primeros envases desechables fueron vistos como un plus de calidad, «solo para usted», «se tira una vez consumido en contenido», eran reclamos publicitarios de la época. La conciencia de una proliferación inasumible de envases plásticos desechables es muy posterior, ¿cómo podrían insertarse en un mundo circular, de reciclaje completo y sin residuos? Algunas pistas posibles serían las siguientes:
La botella no se fabricaría a partir de energía fósil, petróleo, como actualmente, sino a partir de alguna materia prima vegetal renovable.
Habría cambios si se diseña la botella como un elemento de la economía circular. Por ejemplo, el tamaño de la boca se puede hacer más ancho, para facilitar la limpieza y reutilización del envase. El tapón pegado al envase ya es obligatorio en la industria, recordando mucho el tapón accionable de las botellas de gaseosa. También se puede reducir la cantidad de material necesario para fabricar la botella, por ejemplo de 30 a 20 gramos, algo que ya está haciendo la industria.
La composición química de la botella sería saludable, sin ningún tóxico en su composición ni ningún material sospechoso de causar enfermedad, como el bisfenol A. (El vidrio cumple esta condición de material inerte y saludable, pero no está claro que pueda desandar el camino que le hizo perder la mayor parte de sus cuota de envasado de bebidas).
La fabricación de estas botellas diseñadas para ser “circulares” se haría empleando energías renovables, los efluentes de agua utilizados en la fabricación serían depurados y reutilizados, etc.
La botella «circular» no recorrería tanta distancia como la media de las botellas actuales, que recorren de media miles de km, con el consiguiente derroche de energía. Se usarían centros de fabricación y distribución regionales para reducir la distancia a recorrer por las botellas. Ese era el modelo habitual antes de la proliferación de residuos, pequeñas fábricas locales de bebidas.
Los plástico efímeros se reducirían a dos o tres tipos, no cientos o miles como ahora, y que llevarían su identificación de manera bien visible, sin claves difíciles de interpretar. Eso facilitará mucho su separación selectiva y permitirá reciclarlos en circuito cerrado.
Cada envase (u otro artículo cualquiera) sería «enrutado», tendría un dispositivo que facilite que llegue a su destino preferente, que asegure su reciclaje, reutilización o incluso reparación. Puede tratarse de una simple indicación de cómo y dónde debe ser desechado, una cantidad de dinero que se devuelve a la entrega del envase (“devolver el casco”) o sistemas más sofisticados basados en chips insertados.
De las dos opciones de desechaje que existen, el contenedor amarillo, o “devolver el casco”, la segunda es la opción de más adecuada y circular
El sistema tradicional, que se usaba con envases de vidrio, desapareció hacia 1970. Funcionaba en los establecimientos, que entregaban una pequeña cantidad de dinero por cada botella devuelta. Actualmente se pueden usar otros métodos, como máquinas compactadoras que se tragan las botellas y te entregan el dinero a cambio, u otros incentivos.
Debe ser posible reutilizar la botella muchas veces (estará fabricada con materiales inocuos, y será muy fácil de lavar gracias a su diseño). Pero al final las botellas desechadas, cuidadosamente clasificadas, entrarían en la fábrica y serían convertidas en nuevas botellas en un ciclo sin fin, igual que los que existen en la naturaleza para toda clase de materiales (un proceso en realidad de biomímesis).
Actualmente el porcentaje de plásticos desechables reciclados en circuito cerrado es muy pequeño, inferior al 5%. Gran parte de las botellas desechadas terminan en el contenedor amarillo, pero otra parte importante se queda fuera, iniciando un largo proceso de conversión en micropartículas de plástico que terminarán dispersadas por la naturaleza y por fin contaminarán el aire que respiramos y la comida y el agua que ingerimos. Si midiéramos la “tasa de circularidad” de las botellas de plástico, siendo 100% el reciclaje completo que describíamos arriba, tendríamos una cifra inferior al 10%.
Referencia:
La economía circular y la botella de plástico cuadrada